La nostalgia es un sentimiento de afectos pretéritos, casi siempre relacionados con el gozo o el placer de emociones que nos hicieron felices, y que ahora ante su pérdida recordamos.
La excepcional exposición fotográfica de Enrique Segura y Luis Miguel Benítez, nos llenan de nostalgia. Ver en un mismo plano el ayer y el hoy de El Puerto, hace aflorar el recuerdo de nuestros mayores, nuestra infancia, los valores de lo insignificante; el olor del pan, el aroma de viandas cocinadas con más ingenio y amor que medios; las frutas y verduras sin más abono que los naturales excrementos de las bestias; el orgullo de ponerse el traje de los domingos; la excursión ilusionada en camionetas destartaladas al pueblo vecino; el beso robado, el aro y el diábolo; las charlas con amigos ante un café o una copa de vino; la alegría de comer pollo en Navidad; la frescura del pescaíto que en más de sesenta barcos llegaban a unas depauperadas lonjas; la fiesta de los toros y las veladas; las calles empedradas por donde de vez en cuando pasaba un automóvil; los soldados en las tardes de paseo; las flores en los patios sin más abono que agua bendita; y los curas que nos amenazaban con el infierno.
Esa y muchas otras sensaciones y vivencias, son las que nos traen las imágenes expuestas, porque el cambio entre El Puerto de hace sesenta o setenta años y el actual, como en todo el país, es evidente, ¡faltaría más! después de tantos años. Este Puerto, no resiste la comparación con aquel, tercermundista, sucio, con lepra en las fachadas de antiguos palacios, sin servicios, empobrecido y abandonado. Con el orgullo intacto de su historia y de sus épocas de esplendor.
Esta exposición, creo que representa un sándwich, entre el moderno y el nostálgico Puerto de los cien palacios, de las bodegas, de la cultura, del lugar de referencia para el mundo.
Alguien debería contarnos, qué pudo ocurrir para caer en el abandono en ese primer tercio del siglo pasado, al margen de las pérdidas del “imperio” y las guerras coloniales que dejaran las arcas con telarañas.
Por tanto, solo saco del meritorio trabajo de Enrique y Luis, la nostalgia de los sentimientos sobre lo prosaico de las imágenes. Y eso sí, ¿será premonitoria la exposición de otro sándwich que tendrán que sufrir las futuras generaciones?
Septiembre de 2011
Septiembre de 2011
Sí,te comprendo perfectamente. He visto exposiciones similares y me he quedado atónita al ver que calles por las que paseaba ayer y me parecían bien, hoy al compararlas fotográficamente,las veo de de otro mundo. Por un lado rapidez en acomodarnos a lo mejor, y por otro olvidar lo negativo. Las futuras generaciones, desde Marte, no entenderán nuestro desplome.
ResponderEliminarSiempre esas exposiciones te hacen pensar un poco.
ResponderEliminar¿Qué pasará con nuestras ciudades en un futuro?
Un abrazo
Amigas Tere y Chelo, ¿Seremos muchos los que tengamos este tipo de reflexiones? o en caso contrario el mundo ha dejado de pensar. Abrazos
ResponderEliminarPero tiene un encanto especial ver cómo eran antes la calles que hollamos diariamente. Un abrazo
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