Nunca pensé,
que la trivial descripción de una escena
rutinaria de la calle, sin más pretensión que descubrir al lector una estampa
de la vida cotidiana de la ciudad, diera lugar a un ataque contra el personaje.
Es cierto, que quienes así se manifiestan, tienen sus razones, pero es probable
que su razón, venga precedida de un hecho puntual. ¿Quién puede decir que nunca
ha tenido un comportamiento reprobable en un momento determinado? ¿Es justo que
por uno o varios actos anormales haya que estigmatizar a alguien? Por una vez que tocó un timbre, le llaman
tocatimbres, o mataperros, o gorrón, porque en una ocasión se escaqueó para no
pagar una ronda con los amigos. ¡Quién sabe qué hay detrás de esos actos! ¡Qué
móviles le han llevado a tal comportamiento! El rumor circula desbocado
colocando sobre cualquiera un halo de bondad o de maldad, a veces injustamente.
Hay un fenómeno que en psicología se denomina efecto iceberg. Como se entiende fácilmente,
el iceberg solo deja ver una puntita de
todo su contenido; no podemos juzgar por lo que vemos, cuando es mucho más
importante lo que no se ve.
He hecho
este preámbulo, porque a la vista de los comentarios, este pasado sábado volví
para observar el comportamiento del indigente, y hoy martes me he acercado a él,
y hemos hablado por espacio de quince minutos.
Sábado
17-septiembre
Volví a la Placilla. Fui al Mercado y regresé desde la calle Luna,
pasando ante mi hombre en dos ocasiones. Rebañé cuanto pude con mi vista sin
detenerme, no fuera a reconocerme, y pudiera darme un meeting.
En la primera pasada, vi que de pie, discutía en voz alta,
probablemente con el dueño de la vivienda, en cuyo escalón se sienta con sus
perritos. Reduje la marcha, pero el hombre entró en el portal y cerró. No oí
nada. Solo vi que los perritos, estaban a un metro del escalón, no tumbados y
de natural adormecidos, sino de pié, con sus orejitas tiesas, mirando fijamente
a su dueño y al supuesto propietario.
A la siguiente vuelta, estaba en su posición habitual, sentado en el
escalón; tenía un ataque de tos; las flemas y balsas se le vinieron a la
boca, expectorando en numerosas ocasiones; por fin pudo depositar en una bolsa
de plástico los esputos que tal acceso le provocaron, acompañando este acto de
imprecaciones masculladas en tono bajo y entrecortado. No soy médico,
pero podría dejarme cortar un dedo, si estuviera equivocado al deducir, que
este hombre está aquejado de bronquitis crónica, y hasta es posible acompañada
de un cuadro de disnea, que en los asmáticos produce tal sensación de angustia,
que en sus crisis, les cambia el carácter, y a veces, se tornan irascibles. Me
fui sinceramente con el corazón encogido. Había descubierto una variante que
algunos de los comentaristas no han apreciado. Pasada una hora, vuelvo y me
siento en uno de esos bancos, atornillados al suelo; duros como la rodilla de
una cabra; incómodos, porque el alcalde nunca se sentó en ellos; y a treinta
metros, observé al indigente. Se acercó a un velador en la puerta del Cafetín
donde dos señoras tomaban un refresco. Muy respetuoso, lo vi agacharse frente a
ellas y reincorporarse. A esta distancia, es obvio no saber de qué hablaban, ni
si pidió o no; solo lo veía aspaventar, levantando los brazos, pisando fuerte
en el suelo, dándose con la palma de la mano en la frente, supongo que
sonriendo porque las mujeres permanecían atentas y hasta complacidas.
Acompañó con una demostración histriónica su discurso. Pasados diez minutos,
saludó a las señoras y se retiró a su escalón. Las señoras abandonaron El
Cafetín en dirección a Luna; yo me fui tras ellas y las abordé:
-Perdonen señoras que las
importune
-No, nos molesta, ¿qué desea?
-He visto como ese pedigüeño
ha estado hablando con ustedes durante diez minutos, ¿las ha molestado? ¡No, en
absoluto! ¿Les ha pedido dinero? ¡Tampoco! Nos ha pedido un cigarro, y nos ha
contado que tiene muchos problemas, a sus 56 años; ha trabajado de minero, que
ha tenido una ayuda de 400 euros, que ya no recibe, que hasta que no cumpla 60
años no le darán una pensión?, que no sé donde, se ha construido una
casa?(chabola), que ha tenido problemas con drogas… yo creo que tiene algún
problema de tipo mental…
-¿Y no se ha puesto pesado?
No, esta es mi hermana y padece un trastorno mental, eso me hace muy sensible
hacia estas personas y no me molesta en absoluto.
-Le hago estas preguntas
porque he escrito un relato en G del P y voy a escribir una segunda parte.
-Sí, me lo ha dicho. ¿¡Cómo!?
-Me ha manifestado que
ha salido en el periódico, que han hablado muy bien de él, y que se va a hacer
famoso porque Quintero lo va a llevar a la Televisión.
Me quedé boquiabierto, no sé cómo ha podido enterarse. ¡Sabe que he sido
yo quien ha escrito el artículo!, alguien ha debido informarle, pero a mí, no
se ha dirigido para nada.
Después de esta mañana de sábado, lo que fue un simple relato por mor de
los comentarios, me ha hecho descubrir que debajo de esa punta de iceberg de su
mal carácter y su vocabulario soez cuando se le niega una limosna, se ocultan
otras facetas desconocidas, en las que seguro hay drogas, falta de salud
a causa del trabajo, enfermedad, aislamiento, rechazo, insolidaridad,
pérdida de autoestima… ¿pretendemos además que sea agradable, simpático y
que dé las gracias cuando le nieguen una propina?
Martes 20-septiembre
He querido profundizar más para que mi relato sea objetivo. Sobre las
12.30 me he acercado a él. Me he presentado. Le he dicho que soy el autor del artículo.
No entro en detalles pero se ha sentido muy complacido. Le he comentado que hay
muchos comentarios en su contra y se ha defendido en un tono humilde. Dice que
en alguna ocasión no se ha comportado bien, pero han sido escasas las veces. Ha
llamado al camarero del Cafetín y le ha preguntado por su comportamiento y este
le ha respondido que muy bueno. Han pasado numerosas personas que lo han
saludado. Otra le ha dejado dos manzanas. Entonces le he hecho unas preguntas
que me ha contestado muy amablemente. Se llama Antonio Vázquez, natural del
Riotinto. Su padre y dos de sus hermanos han fallecido, eran mineros. Tiene una
hermana en Madrid y otro en Mallorca, pero sus economías son modestas y no
saben que él está en la calle. El ha sido minero en Riotinto y en Mallorca; ha
trabajado en la construcción hasta que perdió el trabajo y no ha tenido otra
oportunidad. Se ha construido una chabola al lado del comedor social de la
calle Cruces, que era un estercolero. Ha recogido toda la basura, la ha
retirado el Ayuntamiento y está
cultivando en lo que fue el estercolero un pequeño huerto, y allí vive con sus
perritos y algún gato para ahuyentar las ratas. Lleva en El Puerto trece meses,
porque aquí la gente es muy buena, dice.
Su conversación conmigo, ha sido amable y respetuosa y su mirada franca.
Hasta me he permitido sugerirle que cuide en lo posible sus ocasionales
reacciones. Me lo ha prometido. Yo no soy quien para ser celador de sus
promesas, pero sí deseo, que este relato, en la medida de lo posible, nos lleve
a la reflexión, incluyéndome a mí, ante
esos icebergs que nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Con esta
exposición, pretendo dar respuesta a los comentarios anteriores.
Alberto Boutellier
Interesante relato. En el primero vimos una escena que quizás llamara a engaño, "caraduresca" hay sin duda. En ésta segunda parte vemos el trasfondo, si, todo aquel que permanece en un escalón día tras día no solo desarrolla un trabajo fácil y rentable...La exclusión social motivada por situaciones como las descritas, abundan, y ese es el primer paso, luego llegan a la cárcel o a un hospital
ResponderEliminarBesos
Tu experiencia se aprecia en el comentario, Teresa, no todos pueden decir lo mismo, entre otras razones porque termina aceptádose como normal contemplar estas imágenes.Todas tienen distintas lecturas, pero éstas se simplifican con un comentario despectivo.Abrazos
ResponderEliminarUn relato muy intersante. Cada vez que veo a una persona en esta situación me pregunto cual será la causa que le ha llevado a ello y como acabará.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te sorprenderías Chelo si entras en google y poner este enlace:
ResponderEliminarel indigente de los perritos habitantes y gente del Puerto de Santa María.
Verás cómo es esta sociedad.
Un abrazo
La vida es muy complicada amigo Alberto, pero ten cuidado con esos paseitos que llueven helicópteros. :-))
ResponderEliminarJejeje, a 50 metros de donde habitualmente me paseo, pero ya ves, somos tan poca cosa, y nos aprieta tanto la crisis, que no había ni gente en la calle para contarlo.
ResponderEliminarSé que han pasado muchos años, pero..
ResponderEliminarAntonio era mi tío. Sabía que tenía un tío en el sur, que se llamaba Antonio pero no sabía exactamente donde estaba o a qué se dedicaba. Mi padre,su hermano murió en marzo de 2011. De repente me topé con la noticia de su muerte en Facebook, y empecé a indagar mas. Se parece tanto a mi padre....no habia duda que era él. Siento no haber sabido de ti antonio, seguramente hubiese ido a visitarte en algún viaje. Para hablar contigo,contarnos cosas...que me contases aanécdotas de cuando eras pequeño con mi padre...ya es tarde,pero desde que vi esa foto con tus perros me di cuenta de donde viene mi amor y pasión por los animales . Descansa Antonio ahora descansa con algunos de tus hermanos .