Son de apreciar las acciones de
protesta a través de los medios de comunicación. Los populares escritores consagrados que con sus
artículos logran del lector su asentimiento y complicidad. Los ciudadanos que
utilizando las redes sociales se
esfuerzan en buscar palabras de impacto para llamar la atención. Dibujos explicativos sobre acciones,
resignaciones, bravatas o ironías buscando el chiste fácil y tímidos deseos de
mover conciencias. Todo eso, reconociendo el valor testimonial, se queda corto
ante el que abandona la silla y el ordenador y se lanza a la calle a protestar,
porque protesta en su nombre y en el de los miles que estamos de acuerdo pero
nos quedamos en casa. Son portadores de nuestra voz. No importa que haya infiltrados, o alborotadores, o
provocadores; la mayoría son ciudadanos que se toman la molestia de llevar el
testimonio de su hartazgo y el nuestro, ante quienes lo han provocado, y lo
hacen en su nombre y en el de la mayoría silenciosa y acomodaticia. Por ello yo
me quito el sombrero y les doy las gracias, pero permitidme que haga una
reflexión, por si con ella consigo que mentes más jóvenes y lúcidas que yo,
encuentren el camino para ser más eficaces, porque esa es mi pregunta, ¿Y
DESPUÉS, QUÉ?
Después, nada. Es tan fuerte el
poder de la partitocracia actual, que son capaces de pactar entre ellos para
mantener y perpetuase en la gobernación. Podrán hacer un gesto ante estas
manifestaciones, pero un gesto para reforzar más su posición y creeremos que se
ha conseguido algo. Nos callaremos por un tiempo y después vuelta a la
rutina. Manejan muy bien los tiempos. Saben gestionar perfectamente las
emociones. Saben conducir sus ganados, aunque es cierto que los rebaños van
levantando la cabeza y empiezan a intuir
que hay otra formas de ser pastoreados.
No vamos a conseguir que
desaparezca el Senado, ni el número de políticos, asesores, vividores,
tragaldabas, ignorantes de la ética y expertos en el latrocinio. No podremos
expulsarlos del poder porque éste está en sus manos y bajo la argucia de que
las urnas deciden, mientras no se reforme la ley electoral, todo seguirá igual.
Tomo el mundo está de acuerdo. Todos lo repiten hasta la saciedad. Pero no se
hace nada. Una revolución cruenta no es previsible porque ya sufrimos suficiente
en el pasado, pero la revolución de los claveles ya hoy está obsoleta. Hay que
utilizar la imaginación y abandonar el martillo pilón de nuestros lamentos
siempre de la misma forma.
Las utopías a veces son realidad, o
mejor dicho, hay realidades que en su día fueron utopías, por eso, lanzo desde
mi modesta posición de jubilado y mínimo pensionista todavía lúcido, que aún
existe una posibilidad.
Hay un 40% de abstencionistas, cifra
que va a continuar en aumento porque se
ha perdido la confianza en las instituciones. A esos y a los descontentos
actuales, sin mirar sus tendencias políticas, hay que ofrecerles una alternativa
que debe empezar a gestarse desde hoy mismo. La creación de un partido que abarque el mayor espectro posible.
Que elija a sus representantes. Que estos representantes acrediten su formación
para regir el país con un currículum limpio y brillante. Que accedan a prestar
servicios a la nación por un plazo no superior a cuatro años, y que sus
ingresos no superen el 20% más del que disfrutan antes de ser candidatos. Hay
muchos españoles en edad de prestar servicios muy válidos con acreditadas hojas
de servicio que estarían dispuestos a trabajar gratis por la sociedad. Un
cuerpo técnico que dirijan las carteras del gobierno sin más horizonte que los
cuatro años que serán los que dispongan de un sueldo equiparable a la media europea. Nos habremos sacudido la
losa que nos está aplastando. La misma medida para los ayuntamientos. Aún recuerdo,
no hace muchos años cuando los alcaldes lo eran sin cobrar, lo hacían por
prestar un servicio público, aunque subyacieran los deseos de notoriedad y en
algunos casos el uso de la influencia o de
la información privilegiada, pero existen los medios de control.
Simplemente utilizando los interventores de carrera.
Con esto solo pretendo intentar
abrir los ojos a los que los tienen entornados y animar a los que tengan imaginación a buscar
alternativas y lograr que el bipartidismo se vaya a la oposición. ¡Fuera los
políticos de profesión!
No sé yo si, a pesar del desastre de nuestros políticos profesionales, se puede dejar este cotarro en manos de aficionados. El desastre proviene precisamente de que no son profesionales sino arribistas, vividores y aprovechados. Ahora bien, si entendemos como profesionales a los que roban, adulan, medrar pisando al resto etc. estos son de primera categoría. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarEstoy con Felipe, lo que tenemos hoy en dia no son profesionales sólo son oportunistas que van a llenarse los bolsillos a costa de los demás.
ResponderEliminarUn abrazo
Los partidos políticos son agencias de colocación, todos, tarde o temprano, han caido en ese error, igual que los sindicatos "de clase" y todo aquello donde exista un liberado. La vocación pública murió con la profesionalización de la política, con la perpetuidad en el cargo, con el salto de flor en flor o de sillón en sillón, y cada vez tienen más sillones que ocupar, andando sobre ellos se puede sin pisar el suelo llegar hasta Bruselas.
ResponderEliminarNo creo que se trate de que gestionen aficionados, ya que en la mayoría de los casos lo son los propios políticos, los cuales van de un puesto a otro sin tener la menor idea sobre las competencias que gestionan (para eso tienen sus ejércitos de asesores de dudosa procedencia, que viendo como han dejado a las cajas de ahorros...), ellos sólo gestionan presupuestos, de eso si que se vuelven profesionales, y que no falte pa la nómina. A falta de ideas que generen valor, sólo les quedan los recortes para cuadrar balances, y que tampoco falte pa la nómina.
Muy razonable todo lo que propones, acabo de encontrar candidato, y además de peso.
Un saludaco.