viernes, 18 de diciembre de 2015

Esta mañana, mientras mi mujer se aseaba, yo trataba de ahuyentar el resfriado y la impertinente tos que me maltrata; buscaba, al amparo de la calidez del edredón, un sosiego que me permitiera felicitarla por nuestro aniversario. Durante unos momentos, con mi pensamiento en esa sola idea, recordé los cincuenta y siete aniversarios en los que, como hoy, le regalaba una rosa roja por cada año, hasta que al cumplir los cincuenta, decidimos que en el futuro, una sola rosa representara los años que seguimos viviendo juntos. Quise entonces, que este año fuera especial y, en ese duerme-vela en la que me envolvió mi cobertor, intenté idealizar una simbólica rosa, que en mi imaginación, era el rojo de siempre, sobre la que perlaban algunas gotas de rocío y, sin mucho esfuerzo, me salió, de lo más profundo de mi alma, este haiku que plasma mi sentimiento.
No diré el rojo de pasión, porque la pasión es un regalo efímero, que da paso al amor, al cariño y a la simbiosis, que después de CINCUENTA Y OCHO AÑOS, se instala en todos los que alcanzamos esta provecta cifra, hasta que la ley de la vida impone su ineluctable decisión.
Siempre soy yo quien felicita el primero, porque sé que, si se me olvidara, saltaría sobre mi cuello, porque a ella no se le olvida. Entré en el baño y ya estaba aseada, pero al verme en el dintel del baño, se acercó y abrazándome, me dijo; ¡cuántos años juntos! Y yo respondí: ¡¡¡ CINCUENTA Y OCHO!!! y permanecimos abrazados durante largos segundos. Es la primera vez que nos felicitamos al unísono. Busqué el puesto donde cada año reciente compro la rosa, y no estaba. Mi compañero FACEBOOK me brindó la más preciosa y justo en la que había soñado y me he puesto a escribir y plasmar mi haiku, que quiero compartir con vosotros.
Tiembla la rosa
con la brisa del aire
cae su rocío.
Alberto Boutellier

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