Todos los dias se miraba en el espejo. Desde que era una niña. Una niña preciosa, coqueta y simpática. Tuvo una juventud feliz. Algunos pretendientes hasta que por fin llegó el hombre de su vida. Fue todo lo feliz que permiten las circunstancias de una larga vida. Varios hijos, buena salud y algunos problemas económicos, como la inmensa mayoría de los matrimonios. Aquel dia se miró al espejo de forma especial. Mañana cumpliría 40 años. Sintió una sensación de angustia pasajera, pues se veía bella, y la hermosura que se apodera del semblante de una mujer feliz, no le dejaba ver con claridad los inicios de pequeños e imperceptibles surcos a los lados de sus ojos, intentando extenderse por sus pómulos, también sus mejillas dejaban entrever tenuemente el tributo de su carácter risueño, riguroso peaje a su constante gesticulación. Mañana es mi cumpleaños, iré a la peluquería y me pondré guapa. Pidió en el salón de belleza que le hicieran una limpieza de cutis y la maquillaran un poco. Su marido quedó atónito. Estaba tan guapa que se veía otra vez en sus veinte años. Pronto olvidó su incipiente síndrome de los cuarenta. Y llegaron los 50, y los 60 y los hijos empezaron a volar y llegaron los nietos. Y las páginas de su vida se fueron llenando de alegrías, de tristezas, de problemas, de miedos, de penurias y de éxitos de los demás y de triunfos de sus hijos y de travesuras de sus nietos y de sufrimientos ajenos que se los hacía propios. Pero seguía estando guapa y se miraba en el espejo. Se acercaba a la única respuesta sincera que recibía.
Sí, tienes arrugas, se te ha caído el pecho, tu cintura se ha desbordado. Cada mañana, el espejo era más cruel, más insolente, más descarado, más despiadado, ya hasta se permitía hablarle: estás más fea, más vieja, tienes arrugas en los ojos, tu código de barras parece un peine, te tienes que pintar las cejas, carga, carga más el rimmel, que con lo que te queda de pestañas…
Basta!! No. Mañana iré a un gabinete de cirugía estética para que me hagan unos retoques. A fulanita y a menganita le han quitado varios años de encima!! Hablaba sola y casi enfurecida se rebelaba contra el maldito espejo, tanto, que no oyó a su marido acercarse lentamente al oírla hablar sola.
Con quién hablas?
No ves como estoy de arrugas? Le contestó entre pena y rabia. Si me levantaran un poco el párpado y hacía una presión con el dedo índice hacia arriba, se me verían mis ojos, que todavía son bonitos y grandes, a continuación apoyaba sus dedos índice y corazón sobre sus patillas empujándolas hacia arriba.
Como me ves? Preguntaba a su marido. El no contestaba, solo la miraba esbozando una sonrisa plena de ternura. Se puso a su lado y le dijo: Mira qué pareja. Si te haces todos esos arreglos, estarás tan joven y tan guapa que no querrás seguir al lado de un viejo… pero lo peor, es que vas a borrar los surcos por donde han corrido lágrimas de emoción y de alegría, donde se remansan a veces las lágrimas de nuestras penas y nos dan frescura. Cada arruga sobre tus labios han sido construidas por los miles de besos que nos hemos dado. Tus ojos no necesitan que los abras más, siguen teniendo la viveza de cuando eras niña y su graciosa picardía. Antes saltaba a la vista, ahora solo la veo yo, pues la sigo recordando igual. Tampoco mis ojos ven con la misma nitidez de antes. No renuncies a la belleza que ahora tienes cambiándola por un aspecto de alguien que no serás tu. Yo te quiero así. Un abrazo los fundió a ambos, al tiempo que se colaban por el sumidero del lavabo los deseos de cambiar el natural paso del tiempo, mientras que con un pícaro gesto le hacía un corte de mangas al estúpido espejo.
Alberto Boutellier
Octubre 2010
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