martes, 12 de octubre de 2010

VOLANDO A MEDIA ALTURA -6 -

LA LAGUNA SALADA DE EL PUERTO DE SANTA MARIA 1ªPARTE

10 del 10 del 10. Hasta dentro de trece meses no se producirá otra coincidencia, pero no será tan redonda. El dia amaneció de 10. Sin dudarlo, quise colmar una curiosidad atrasada. Visitar el complejo endorreico de El Puerto de Santa María. Reserva de la Naturaleza.
Salvo para los muy entendidos, y yo no lo soy, la definición no invita a la curiosidad. Qué definición más fea. Casi roza lo escatológico, lo fecal. Sin embargo la realidad es otra, es un fenómeno que solo se disfruta cuando como resultado de unos otoños e inviernos lluviosos, las aguas se remansan en esta reserva natural, formando pequeñas lagunas que el verano se ocupa de evaporarlas. Varios inviernos de generosa lluvia, nos han favorecido con el regalo de la Laguna Salada que parece se resiste invierno tras invierno a su desaparición para goce y disfrute de todo amante de la naturaleza. Un ridículo cartel te indica que estás en la reserva natural por la que se transita paralelamente a ella sin percatarse de tal circunstancia. Grave irresponsabilidad de quien debiera propiciar el conocimiento general de este regalo de la naturaleza.
Un artículo de Gerión, aparecido en Gentes del Puerto, dio lugar al comentario mio que reflejo a continuación:
La labor de los Sres.López Amador y Delgado Poullet, es tan impagable como reprobable es para quien tenga la responsabilidad de velar porque este patrimonio de El Puerto, no pase desapercibido para la mayoría de sus habitantes. Desconozco si el texto que firma Gerión, es reciente o no, pero es lo suficientemente atractivo como para incitarme hoy domingo a visitar el C.E. de El Puerto.Como amante de la naturaleza, he sentido la necesidad de visitar las lagunas y de ahí mi reprobación. Ninguna indicación. A través de Google Earth, he podido ubicar dos lagunas y mi sorpresa es que están relativamente cerca de mi domicilio. He tomado mi automóvil y he llegado gracias a Google. Solo un pequeño cartel indica “Parque Natural”, que te lo encuentras cuando por intuición estás dentro de la zona. Continúo hasta que por fin a distancia, entre construcciones y calles privadas, puedo ver la maravilla de una laguna que adivino, porque mi imaginación es mucha y llevaba en mi retina las imágenes de este artículo, pero mi automóvil decidió que era imposible continuar por un infame carril destrozado por las lluvias. Solo es posible llegar andando, por lo que he de intentarlo en una próxima ocasión, aunque debo cerciorarme si se puede acceder sin riesgo. De mi visita, como de otras que realizo los domingos a lugares de El Puerto, daré cumplida información en mi blog……….
Hoy, tengo mis dudas, como expongo a continuación:
Dejo mi vehículo a la entrada de la reserva. A los pocos minutos de caminar, comienzo a sortear los numerosos charcos y barro producto de las torrenciales lluvias del dia anterior. Se hace imposible transitar por el camino. Busco, como las cabras, los senderos que suele utilizar el ganado y que bordean el carril elevándose sobre el nivel del mismo. Tengo por delante mil y pico metros para llegar a la laguna que diviso al fondo y a medida que me aproximo, voy observando como un impresionante silencio vivo, es dueño del entorno. Mis deportivos amortiguan mis pisadas que van dejando el dibujo de la huella. Cada quince o veinte metros, cercos de excrementos de conejos me acompañan hasta la orilla de la laguna. Sin grandes prisas, han corrido delante de mí mostrándome su rabo blanco agitándose de arriba abajo al saltar sobre sus patas traseras. Voy sorteando palmitos, al tiempo que me acerco a algunas barreras naturales de la laguna, chumberas en plena producción de higos verdes y rojizos. Traspaso una alambrada de espinos y unos eucaliptos actúan como recepcionistas, presidiendo la entrada a la parte occidental de la laguna. Unos pasos más y me detengo. Siento la sensación de estar mancillando la virginidad del lugar. Ralentizo mi respiración y empiezo a percibir la sinfonía fantástica de una naturaleza virgen. A pocos metros de mi se inicia el perímetro protector de la laguna. Una amplia vegetación compuesta de acebuches, juncos, eneas y cañizales, única vegetación capaz de vivir en aguas salobres. Poco a poco voy distinguiendo los sonidos, a mi derecha y tierra adentro, oigo el canto de una perdiz, fácil de identificar, la imagino con el pico entreabierto y la moña levantada, lanzando canciones de amor o amenazas de macho marcando su terreno, respuestas entre la vegetación lacustre de una fauna que mi desconocimiento me impide colegir. Absorto, fascinado, deduzco que se trata sin duda de fochas o cigüeñuelas o chorlitejos o avocetas, habitantes de la laguna. Espero en algún momento poder identificarlas. Con un pausado movimiento, plasmo en mi cámara de aficionado imágenes de lo que estoy viendo. No sé si a causa de la zona umbría en la que me encuentro, el automatismo ha hecho saltar el flash y ha ocasionado un rápido palmear de alas y la estampida de un grupo de, no se si torcaces o tórtolas. Tras esta agresión de mi parte, decido caminar hasta llegar a un espacio algo más abierto que me descubre la majestuosidad de la laguna. Probablemente tengo delante de mi, más de un kilómetro de aguas, que a causa de una ligera brisa, produce el rizado de unas minúsculas olas. Me imagino en un dia sin brisa, el espejo en el que se reflejarán juncos y cañizales, duplicando la belleza del paisaje. Vuelvo a detenerme, esta vez a disfrutar del momento. Mi oído se va agudizando y acostumbrando al silencio virginal. Detecto con facilidad los distintos sonidos de los habitantes del entorno. Se produce un fenómeno y es que da la sensación de que algo protege la intimidad de la laguna, como si una enorme burbuja de tul transparente, la protegiera atenuando el ruido exterior, pues estando rodeada de vida artificial, sus consecuencias, se perciben muy lejanas. He oído el ladrido de un perro, pero tan débil que no superaba el sonido ambiental del lugar.
En otro momento el tenue y amortigüado ruido de una motocicleta también intenta agredir, pero se oye muy, muy lejano. Sin duda hay algo que ampara del exterior este santuario de paz, del estridente silencio de la fauna espectante. No la ves. La sientes y a veces la oyes. Al sur de mi atalaya, veo una colonia de flamencos plácidamente entretenida en su constante búsqueda de alimentos con su cabeza hundida en el agua, tamizando algas e insectos, otros en perfecto equilibrio sobre una pata descansan adormilados.
Es el momento del regreso. Ahora me asaltan las dudas. No sé si será bueno que este lujo se disfrute indiscriminadamente. De lo que si estoy absolutamente convencido, es que el parque natural gratifica los sentidos del que va dispuesto a conservar y a regresar con la mochila llena de paz. En breve,volveré a visitar su parte occidental.
Me viene a la memoria el drama de El Castril y desde aquí, mi recuerdo y homenaje a los vecinos, en su lucha por conservar su Parque Natural contra la voracidad de intereses espurios. Reflejo el soneto que en solidaridad con ellos les escribí, hoy hace un año, convirtiéndome desde ya en defensor de la Laguna Salada de El Puerto de Santa Maria.




VIVE, RIO CASTRIL

Qué intereses deciden su futuro
despreciando la voz del lugareño
perdido en el lamento de su empeño
inerme ante el cruel y falaz conjuro

¡Nutrias, garduñas!, porvenir oscuro
¡sauces y fresnos! serán triste leño
¡garza y halcón! huirán con gran desdeño
y un centenar de especies en apuro

Castril morisco, judío y romano
morirá en aquella evocación
amado sotobosque casi humano.

Alguien aprobará la aberración
que habiendo tenido en propia mano
evitarlo, firmó tal abyección.

Alberto Boutellier

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