jueves, 1 de noviembre de 2012

LA BERREA




Obediente a la inexorable memoria de la naturaleza, llega el otoño. Cuando las savias comienzan a ralentizar su  flujo vital y los árboles a  mostrar su desnudez por el abandono  de sus amarillentas hojas, el bosque se estremece al sentir la humedad de los primeros  ábregos. Hasta hace unos días, el silencio  era solo alterado por el aletear de insectos en busca de acomodo para ovar, y el suave triscar de ciervas en celo sobre tiernos brotes nacidos de las primeras lluvias. Cae la última gota de agua de la clepsidra que marca el tiempo, y el coro salvaje de los ciervos, fiel a su llamada, hace sonar los primeros compases que truenan al  unísono, como las trompas y las tubas de una sinfonía fantástica; gargantas enronquecidas lanzan un doble mensaje de llamada y de amenaza. Es la cita del celo con el harén y la propuesta para las hembras de recibir un efímero placer, mensajero de nueva vida, reservándose el macho más fuerte para sí,  el mayor número posible de cópulas con que multiplicar ese segundo de éxtasis.  La berrea ha comenzado y se aprecian dos tonos, el de la invitación al goce, y el airado bramido de amenaza entre los machos competidores. El aire se preña de mugidos que se difunden en todas las direcciones. Es el momento del todos contra todos,  el de las amenazas disuasorias  pero también el afrontar la osadía,  si es que la ocasión lo exige. Son pocos los que miden sus fuerzas hasta quedar casi extenuados, pero las justas resultan incruentas. El vencedor reúne a su familia. El perdedor esperará su oportunidad, que seguro ha de llegar, mientras, se conforma con los sobras de la abundancia.
No sé por qué pero siempre se me antoja un paralelismo con la política más reciente. Para ellos también ha comenzado la berrea. Los movimientos independentistas suelen asimismo ser cíclicos y están en función de unas circunstancias; desaparecidas éstas, se archivan a la espera de otra oportunidad  para sacar los beneficios que convengan al momento, pero no difieren demasiado del símil cérvido. Los líderes han venteado melifluos mensajes y promesas inciertas a unos votantes en celo; se les ha caldeado previamente, y también, han amenazado a los adversarios políticos. La diferencia es que, en los ciervos, son naturales los ciclos. A los independentistas se les han olvidado muchas premisas, sus ciclos son oportunistas, y en este, pretenden endosar la falta de brotes tiernos a un gobierno opresor y hacer de ello su bandera.

1 comentario:

  1. Ya veremos el resultado del 25 de noviembre y quizá sea también hora de que el resto de los españoles tomemos también posiciones. Un saludo desde mi mejana

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