Obediente a la inexorable memoria
de la naturaleza, llega el otoño. Cuando las savias comienzan a ralentizar
su flujo vital y los árboles a mostrar su desnudez por el abandono de sus amarillentas hojas, el bosque se
estremece al sentir la humedad de los primeros
ábregos. Hasta hace unos días, el silencio era solo alterado por el aletear de insectos
en busca de acomodo para ovar, y el suave triscar de ciervas en celo sobre tiernos
brotes nacidos de las primeras lluvias. Cae la última gota de agua de la
clepsidra que marca el tiempo, y el coro salvaje de los ciervos, fiel a su llamada,
hace sonar los primeros compases que truenan al unísono, como las trompas y las tubas de una sinfonía
fantástica; gargantas enronquecidas lanzan un doble mensaje de llamada y de
amenaza. Es la cita del celo con el harén y la propuesta para las hembras de recibir
un efímero placer, mensajero de nueva vida, reservándose el macho más fuerte
para sí, el mayor número posible de cópulas
con que multiplicar ese segundo de éxtasis.
La berrea ha comenzado y se aprecian dos tonos, el de la invitación al
goce, y el airado bramido de amenaza entre los machos competidores. El aire se
preña de mugidos que se difunden en todas las direcciones. Es el momento del
todos contra todos, el de las amenazas
disuasorias pero también el afrontar la
osadía, si es que la ocasión lo exige.
Son pocos los que miden sus fuerzas hasta quedar casi extenuados, pero las
justas resultan incruentas. El vencedor reúne a su familia. El perdedor
esperará su oportunidad, que seguro ha de llegar, mientras, se conforma con los
sobras de la abundancia.
No sé por qué pero siempre se me
antoja un paralelismo con la política más reciente. Para ellos también ha
comenzado la berrea. Los movimientos independentistas suelen asimismo ser
cíclicos y están en función de unas circunstancias; desaparecidas éstas, se
archivan a la espera de otra oportunidad para sacar los beneficios que convengan al
momento, pero no difieren demasiado del símil cérvido. Los líderes han venteado
melifluos mensajes y promesas inciertas a unos votantes en celo; se les ha
caldeado previamente, y también, han amenazado a los adversarios políticos. La
diferencia es que, en los ciervos, son naturales los ciclos. A los
independentistas se les han olvidado muchas premisas, sus ciclos son
oportunistas, y en este, pretenden endosar la falta de brotes tiernos a un
gobierno opresor y hacer de ello su bandera.
Ya veremos el resultado del 25 de noviembre y quizá sea también hora de que el resto de los españoles tomemos también posiciones. Un saludo desde mi mejana
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