Reconozco
que las nuevas tecnologías han supuesto un avance inimaginable en los últimos treinta
años. Las ventajas que nos han aportado, inconmensurables. ¿Cómo entenderíamos
los mayores unos servicios públicos sin la informática? ¿Y los que tienen menos
de cuarenta años? A estos, un regreso al pasado sería aterrador. Hoy me pierdo
en el proceloso mundo de acrónimos, neologismos y nueva semántica, además de
sentirme un analfabeto por desconocer las más de quinientas voces de las que
apenas puedo distinguir ADSL, CD-ROM, GPS y URL.
Esto
sí que es una invasión lingüística. Se han suplantado palabras que en español
las entenderíamos todos. Hablamos con naturalidad de los Blogs, Http, WhatsApp,
Bluetooth, e-Book, e-Mail
o JPEG sin más. Por una parte, el
acrónimo ha trocado el conocimiento por la memoria; no es preciso saber que URL
es Uniform Resource Locator (Localizador Uniforme de Recursos) pues resulta más
cómodo el acrónimo, pero claro, nuestras neuronas no se regeneran a esta
velocidad y podemos los mayores destrozarnos los incisivos con un canto, si
somos capaces de usar internet. Los jóvenes han asimilado el ritmo con esa
capacidad que tienen para aprender. Con muy pocos años conocen el lenguaje,
tienen la retentiva y los reflejos para el uso de juegos que les obliga a una
convivencia con las nuevas tecnologías. A cambio empobrecen sus conocimientos.
Va siendo difícil encontrar jóvenes que escriban el castellano sin faltas, que
no sepan multiplicar si no disponen de una calculadora, que desconozcan dónde
está Toledo o quién descubrió la penicilina; sólo precisan un teléfono móvil
con el sistema operativo android. La pérdida del móvil así equipado, supone la
mayor catástrofe para el usuario.
Lo importante es estar
comunicado, pero el peaje que hay que abonar es muy alto si no somos capaces de
racionalizar y usar bien el invento; y si no, estas Navidades, llevando el
ejemplo al esperpento, ¿en qué domicilio donde se hayan reunido diez o doce
comensales, normalmente en el de los abuelos,
no ha habido un momento en que, a excepción de los mayores, el resto,
mientras las cigalas y langostinos esperaban con paciencia decir su último
adiós, estaban ausentes de la cena intentando comunicarse?, a veces
absurdamente entre ellos enviándose distintas cuchufletas. Mientras, los
abuelos se dormían aburridos metiendo la nariz en la sopa. Es que el
comunicador realmente ha dejado de comunicarse abducido por el android.
Llevas razón Alberto, para mi ha sido abrirme una ventana al mundo en la que al asomarme me encontré con todos vosotros y ahora si no os veo os echo de menos.
ResponderEliminarUn abrazo
Los nuevos teléfonos son la leche. Por eso yo quiero los antiguos ya que solo los deseo para hablar. Feliz Año Nuevo desde mi mejana
ResponderEliminarAfortunadamente Chelo, a pesar de que ya me ha cogido tarde esto de las nuevas tecnologías, pude tomar el último tren y voy enganchado a él, aunque en el estribo. Un abrazo
ResponderEliminarSí, Felipe, nosotros no precisamos más allá de un simple teléfono, las demás aplicaciones son de otra generación.
ResponderEliminarUn abrazo
Bien a mi aun estando de acuerdo contigo, en lo referente a los jóvenes, jajaja.. Me dio vida, me hizo 'remozarme', levantarme con el 'aquel' de 'encender' a los amigos. La verdad es que es hermoso saber que ¡ estáis ahí al igual que yo lo estoy aquí!
ResponderEliminarSalud.