Parece como si el
lenguaje se hubiese contagiado de la prisa con que vivimos, dándonos una
muestra más de lo convulso de los tiempos y de su propia contradicción. Cuando
la RAE discurre orgullosa, acogiendo complacida las aportaciones
hispanoamericanas a la lengua española -el universal castellano- está dando pasos firmes para que nuestro
idioma sea cada vez más rico y de mayor fuerza expresiva; incluso el argot,
considerado otrora como la forma vulgar de expresarse, hoy va teniendo acomodo
en nuestro diccionario. Y aquí surge la razón que motiva mi comentario:
Al tiempo que el idioma se enriquece, aumentan los
acrónimos, imprimiéndoles prisa, y nos desbordan los neologismos y
extranjerismos en sustitución de palabras españolas con sinónimos mucho más enriquecedores.
No me parece tan mal el uso de
expresiones en latín, que en uso constante para dar enjundia a algún concepto
jurídico, va haciéndose hueco en la forma de expresión cotidiana, y esto lo
manifiesto en desagravio por haber sido siempre un mal estudiante de latín, hoy
arrepentido. Llego a la conclusión, con una frase latina cada vez más
utilizada: “CARPE DIEM”. Aquí la simplificación de: “no dejes para mañana lo
que puedas hacer hoy” o “vive cada momento de tu vida como si fuese el último”,
parece que es de un acierto absoluto, por lo menos, como objetivo con el que
nos despertemos cada mañana; porque yo, quisiera besar a los que amo como si
fuera la última vez, abrazar a mis amigos, leer un libro, aprender una nueva
palabra, limpiar mi conciencia, oír el coro de Nabuco, la impresionante voz de
Alfredo Krauss, Plácido Domingo o
Pavarotti en su inefable Nessun dorma, Turandot, del genial Puccini,
como si fueran la última vez, porque … ¿Quién nos garantiza que no pueda ser la
de hoy la última vez?
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