martes, 23 de julio de 2013

CARPE DIEM

Parece como si el lenguaje se hubiese contagiado de la prisa con que vivimos, dándonos una muestra más de lo convulso de los tiempos y de su propia contradicción. Cuando la RAE discurre orgullosa, acogiendo complacida las aportaciones hispanoamericanas a la lengua española -el universal castellano-  está dando pasos firmes para que nuestro idioma sea cada vez más rico y de mayor fuerza expresiva; incluso el argot, considerado otrora como la forma vulgar de expresarse, hoy va teniendo acomodo en nuestro diccionario. Y aquí surge la razón que motiva mi comentario:
            Al tiempo que el idioma se enriquece, aumentan los acrónimos, imprimiéndoles prisa, y nos desbordan los neologismos y extranjerismos en sustitución de palabras españolas con sinónimos mucho más enriquecedores. No me parece tan mal  el uso de expresiones en latín, que en uso constante para dar enjundia a algún concepto jurídico, va haciéndose hueco en la forma de expresión cotidiana, y esto lo manifiesto en desagravio por haber sido siempre un mal estudiante de latín, hoy arrepentido. Llego a la conclusión, con una frase latina cada vez más utilizada: “CARPE DIEM”. Aquí la simplificación de: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” o “vive cada momento de tu vida como si fuese el último”, parece que es de un acierto absoluto, por lo menos, como objetivo con el que nos despertemos cada mañana; porque yo, quisiera besar a los que amo como si fuera la última vez, abrazar a mis amigos, leer un libro, aprender una nueva palabra, limpiar mi conciencia, oír el coro de Nabuco, la impresionante voz de Alfredo Krauss, Plácido Domingo o  Pavarotti en su inefable Nessun dorma, Turandot, del genial Puccini, como si fueran la última vez, porque … ¿Quién nos garantiza que no pueda ser la de hoy la última vez?



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