domingo, 3 de mayo de 2015

CAMINO DEL AGOSTADO


Tal vez sea el viejo oloroso el que me llama o, quizá, solo la justificación, para recorrer el camino hacia El Agostado; ese templo centenario que, entre penumbra y silencio, frágiles telarañas y lajas de Tarifa, justa humedad y frescura alberga la ambrosía celosamente guardada, con árabe paciencia, durante décadas de solapadas cosechas rendidas por los viñedos que la rodean.
Creo que son ambas las razones. Ese carril, que recorro siempre ilusionado con puntual rutina, me hace descubrir la belleza de lo sencillo, de lo natural, de los ocres y sienas de tierras en barbecho, fuente de inspiración de la atormentada mente de Van Gohg.
Se puebla de enhiestos girasoles o de mares de trigo, que ofrecen la ensoñadora sinfonía de verdes en tránsito hacia el oro y precedidas de las efímeras amapolas que, a pesar de su humildad, no renuncian a esas pinceladas de rojo intenso, como lluvia de goterones carmesí.
Tan frecuente es, en sus fechas, oír el canto coral y enamorado de las perdices como el ajear de las hembras, que corren más que vuelan por el centro del sendero cuando la sensación de riesgo es palpable, hasta desaparecer entre los trigales. A veces, atraviesa el camino una madre seguida de perdigones que aún no levantan el vuelo, pero que apeonan con inusitada celeridad impropia de sus cortas patas.
A un centenar de metros del carril las lluvias invernales han recreado la vida en la pequeña laguna, desde donde llega el rumor de las anátidas que la habitan. Con sumo desprecio a la presencia humana, algún gazapo corretea por la senda.
En El Agostado me esperan olores y sabores genuinos, la degustación de una manzanilla, un fino, un oloroso o un moscatel y el robo autorizado, de un manojo de perejil y otro de hierbabuena sin parangón con el que se expende en los mercados.
Se eleva el espíritu, se dan gracias por estar vivo y, a veces, Erato, la musa del arte lírico y de la elegía, coquetean con la mente y, sin el corsé de la métrica, te dejan expresar los más emocionados sentimientos:
Ayer solo barrizal
Entre barbechos mecido
hoy, en siena, serpentea
el camino al “Agostado,”
entre un piélago en promesas,
en cimientos esmeralda
y en áureos brillos sus frentes.
©Alberto Boutellier


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