domingo, 3 de mayo de 2015

¿ CONDENADOS A MUERTE O CONDENADOS A VIVIR?



La dureza de oído y las cataratas en los ojos han elevado a nivel de normalidad, el que puedan desaparecer bajo el agua mediterránea mil criaturas; lo mismo da, a estas alturas, 800 que 1000. Se ha convertido en rutina el goteo de alimento para los peces. Merece, como mucho, un mensaje del Papa Francisco, una comisión de investigación, unos cuantos golpes de pecho y algunas imágenes morbosas de agencias de noticias. 
Muy de tarde en tarde, un accidente aéreo conmueve los pilares de la tierra apoyados sobre nuestro propio ombligo. Sin entrar en calibrar el dolor individual, al que me sumo y respeto, nos muestra, como paradigmas, el valor de una vida de los afortunados frente a los desheredados.
Francia, Alemania, El Reino Unido, Bélgica e Italia, y en escasa proporción Portugal y España, fuimos los que a través de la Conferencia de Berlín de 1.884, decidimos, sin contar con los interesados, convertir Africa en el escenario del imperialismo, de la colonización y de la esclavitud, a cambio, solo les dejamos algo de nuestra cultura, nuestra lengua, esquilmadas sus riquezas y un caos que no ha cesado desde el abandono.
¿Qué fuerza moral tenemos para reivindicar una mejor situación económica en Europa? ¿Qué méritos distintos a la codicia y a la rapiña nos adornan a los europeos? ¿No estará llegando el momento de ajustar cuentas con África?
Se debate la brutal conveniencia de limitar el apoyo de salvamento marítimo como efecto disuasorio, no dotando de más patrulleras el Mare Nostrum y, con ello, acallar los tam-tam de llamada.
Frente a esta indecente postura se recomienda ayudar a África en su propio país, política, económica y militarmente, pero estos son cantos de sirena para acallar conciencias, porque seguimos ensimismados en nuestro ombligo.
Cuando la guadaña produce su primera siega en el horizonte de vida de la infancia en un alto porcentaje, los que la superan, están obligados a afrontar la lucha por la vida y es entonces cuando no existe diferencia entre estar condenados a morir o condenados a vivir, por eso, tal vez, morir en el mar sea una liberación y, en consecuencia, seguirán los naufragios y las mafias.
Soy consciente de que individualmente no podemos hacer mucho más que protestar, pero al menos, que nuestras protestas no constituyan el coro contemplativo de la desidia de nuestros gobernantes.
Alberto Boutellier

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