Uno de los más valiosos bienes que
nos puede regalar la vida, es la amistad. Es valor siempre en alza y por mucho
tiempo que transcurra, permanece. No es comparable con lo material cuyos beneficios
están sujetos a vaivenes y devaluaciones,
pero ese gran tesoro suele encontrarse escondido y es difícil encontrarlo.
Se dice que es rico, quien cuenta con tantos amigos como dedos de una mano.
Alberto Moravia dice “que la
amistad es más difícil y más rara que el amor”. Demetrio de Falero afirma que
“un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano”, por
último, un proverbio chino sentencia “que el que busca un amigo sin defectos se
queda sin amigos”. Podría añadir innumerables citas, más o menos curiosas, pero
son solo eufonías que ya conocemos.
Pero, ¿por qué es tan difícil
hacer amigos?, pues, tal vez, porque la
primera condición es estar dispuesto a desprenderse de los lastres de este
mundo: interés e insolidaridad y ofrecer a cambio nobleza y generosidad y sin
la menor duda, lealtad.
Existen conocidos, amiguetes y
amigachos, pero no amigos auténticos.
Hay
un cuentecillo, al parecer, de autoría anónima, que dice:
“Mi amigo no ha vuelto del campo de
batalla, señor, solicito permiso para ir a buscarlo, dijo un soldado a su
teniente.
Permiso denegado, replicó su oficial. No quiero que arriesgue su vida por un hombre, que probablemente esté muerto.
El soldado, ignorando la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó, mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
¡Le dije que él estaba muerto! ¡Ahora perdí dos hombres!
Dígame: ¿Valió la pena traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo, respondió:
Claro que sí, señor. Cuando lo encontré, el aún estaba vivo y pudo decirme:
¡Estaba seguro que vendrías!”
Permiso denegado, replicó su oficial. No quiero que arriesgue su vida por un hombre, que probablemente esté muerto.
El soldado, ignorando la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó, mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
¡Le dije que él estaba muerto! ¡Ahora perdí dos hombres!
Dígame: ¿Valió la pena traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo, respondió:
Claro que sí, señor. Cuando lo encontré, el aún estaba vivo y pudo decirme:
¡Estaba seguro que vendrías!”
Entre los conocidos y los amigos
ha aparecido una figura: el amigo virtual. Ese amigo al que llegamos a través
de las redes sociales, especialmente Facebook y que merecería un estudio
antropológico.
Muchos usuarios de FB han
convertido el amigo virtual en real, consolidando, con el tiempo, una auténtica
amistad. Otros, a los que solo les falta el abrazo del encuentro, mantienen una
verdadera y desinteresada relación amistosa. En estos casos, la distancia hace
el cariño. Hay una serie de razones que lo fortalecen: siempre están ahí, a
golpe de ratón y sus palabras también son amables y comprensivas; en los
momentos de dificultad acuden con su aliento y, sin duda, son más sinceros y
valorados los que usan el mensaje privado que los públicos.
La fidelidad en la amistad virtual es grande
porque no sufre la erosión del roce que, a veces, en la realidad, produce
desencuentros. La red ha permitido el rescate de amigos que se habían
distanciado y, en cualquier caso, FB añade el inmenso valor de la inmediatez
del contacto.
¿Cuál sería la situación anímica
de esas personas afectadas por la soledad, que han encontrado refugio en FB,
dando aliciente a su vida desalentada? ¿No les han permitido encontrar unos amigos
virtuales, a los que ha idealizado, con los que sueñan, comparten, ríen,
descubren, aprenden y son felices?
Está claro que, quien
no encuentre auténticos amigos reales, en FB tiene la posibilidad de hallar ese
híbrido, que se ha acomodado entre los conocidos, amiguetes, amigachos y el
difícil tesoro del amigo real, al que nunca hay que renunciar en su búsqueda.
Aun siento tu relato muy coherente y estando en total acuerdo contigo, pienso que la palabra Amigo para definir a los los se se consiguen a través de FB no es la más afortunada. Un abrazo
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