No tengo la
menor duda de que la naturaleza es sabia, y no digo que la especie humana sea
perfecta en su aspecto externo, pues aunque existen personas más agraciadas que otras, esto
depende de los genes. La naturaleza nos ha dotado de dos oídos y una boca con
la intención de hacernos personas inteligentes, pues disponiendo los humanos
por igual de boca y oídos, unos son más inteligentes, más sabios y más
prudentes que otros. El refranero popular nos enriquece recordándonos que
“uno es dueño de lo que calla y esclavo
de lo que habla” “quien mucho habla mucho yerra” “el que habla no sabe y el que
sabe no habla”.
Si hablas
demasiado, dices lo que sabes, aunque, a veces, no sabes lo que dices, mientras
que si escuchas mucho, tendrás más posibilidades de enriquecer tus
conocimientos y sí sería aconsejable hablar mucho, pero para preguntar. Los que
hablan con exceso lo suelen hacer porque quieren transmitir a los demás sus
certezas sin darse cuenta que hacen valer la sentencia de Voltaire: «La duda no
es un estado demasiado cómodo, pero la certeza es un estado estúpido».
Recuerda, para
terminar que nuestro cerebro funciona mucho más rápido al escuchar que al
hablar.
Mientras
escribo este articulillo, reconozco que no escucho lo suficiente, pero me
impongo esta tarea.
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