Uno de los más valiosos bienes que nos puede regalar la vida, es la amistad. Es valor siempre en alza y por mucho tiempo que transcurra, permanece. No es comparable con lo material cuyos beneficios están sujetos a vaivenes y devaluaciones, pero ese gran tesoro suele encontrarse escondido y es difícil encontrarlo. Se dice que es rico, quien cuenta con tantos amigos como dedos de una mano.
Alberto Moravia dice “que la amistad es más difícil y más rara que el amor”. Demetrio de Falero afirma que “un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano”, por último, un proverbio chino sentencia “que el que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos”. Podría añadir innumerables citas, más o menos curiosas, pero son solo eufonías que ya conocemos.
Pero, ¿por qué es tan difícil hacer amigos?, pues, tal vez, porque la primera condición es estar dispuesto a desprenderse de los lastres de este mundo: interés e insolidaridad y ofrecer a cambio nobleza y generosidad y sin la menor duda, lealtad.
Existen conocidos, amiguetes y amigachos, pero no amigos auténticos.
Hay un cuentecillo, al parecer, de autoría anónima, que dice:
“Mi amigo no ha vuelto del campo de batalla, señor, solicito permiso para ir a buscarlo, dijo un soldado a su teniente.
Permiso denegado, replicó su oficial. No quiero que arriesgue su vida por un hombre, que probablemente esté muerto.
El soldado, ignorando la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó, mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
¡Le dije que él estaba muerto! ¡Ahora perdí dos hombres!
Dígame: ¿Valió la pena traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo, respondió:
Claro que sí, señor. Cuando lo encontré, el aún estaba vivo y pudo decirme:
¡Estaba seguro que vendrías!”
Entre los conocidos y los amigos ha aparecido una figura: el amigo virtual. Ese amigo al que llegamos a través de las redes sociales, especialmente Facebook y que merecería un estudio antropológico.
Muchos usuarios de FB han convertido el amigo virtual en real, consolidando, con el tiempo, una auténtica amistad. Otros, a los que solo les falta el abrazo del encuentro, mantienen una verdadera y desinteresada relación amistosa. En estos casos, la distancia hace el cariño. Hay una serie de razones que lo fortalecen: siempre están ahí, a golpe de ratón y sus palabras también son amables y comprensivas; en los momentos de dificultad acuden con su aliento y, sin duda, son más sinceros y valorados los que usan el mensaje privado que los públicos.
La fidelidad en la amistad virtual es grande porque no sufre la erosión del roce que, a veces, en la realidad, produce desencuentros. La red ha permitido el rescate de amigos que se habían distanciado y, en cualquier caso, FB añade el inmenso valor de la inmediatez del contacto.
¿Cuál sería la situación anímica de esas personas afectadas por la soledad, que han encontrado refugio en FB, dando aliciente a su vida desalentada? ¿No les han permitido encontrar unos amigos virtuales, a los que ha idealizado, con los que sueñan, comparten, ríen, descubren, aprenden y son felices?
Está claro que, quien no encuentre auténticos amigos reales, en FB tiene la posibilidad de hallar ese híbrido, que se ha acomodado entre los conocidos, amiguetes, amigachos y el difícil tesoro del amigo real, al que nunca hay que renunciar en su búsqueda.
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