El vertiginoso mundo de la tecnología es como esa droga que se presenta en nuestra vida, como una muletilla a la que nos aferramos para, erróneamente, tratar de superar un estado en el que nuestra capacidad flaquea; se suele recurrir a algo trivial para superar, en un primer estadio, algo también banal. Cada época tiene sus debilidades y se reacciona utilizando distintos medios para los mismos problemas. Por ejemplo, cuando éramos adolescentes, fumábamos nuestro primer cigarrillo, incitados por el consejo de un amigo, algo mayor, que nos decía relacionarse mejor con las jovencitas porque, al fumar, causaba más sensación de hombría. Una gran parte de aquella juventud, terminó sometido a una adicción sin la cual apenas podía concentrarse, serenar el estrés, hacer que el café supiera mejor o cerrar una negociación entre volutas, después de haber descargado en sus pulmones buenas dosis de monóxido de carbono.
Las adicciones al alcohol eran el recurso, sin conseguirlo, para superar momentos de infelicidad. La aparición de otras sustancias adictivas se adueñaron de nuestras voluntades, para alcanzar ese porcentaje que nos faltaba para resistir más, ser más creativo, tener una sexualidad más potente, en definitiva, alcanzar logros que superaban nuestra propia capacidad y que no era sino un espejismo donde vivir una quimera tan efímera como dañina, hasta caer en la dependencia y, con ello, la constatación de nuestra impotencia y lo que es peor, quedar dominados y sin capacidad para reaccionar.
La amenaza que se cierne sobre las nuevas generaciones tiene connotaciones mucho más trascendentales. Con el desarrollo exponencial de las nuevas tecnologías, estamos pisando sobre las mismas huellas de antaño; cigarrillo y alcohol tienen su referente en las redes sociales, y los cada vez más necesarios artilugios de telefonía, procesadores y aplicaciones, causan adicción de la misma manera, produciendo resultados como el padecimiento de síndromes y trastornos, que ya empiezan a clasificarse como nomofobia, diógenes digital, llamada imaginaria, síndrome del doble check, cibercondria, cibermareo, whasapitis etc.
Esta época nos llevará a la inminente amenaza de la robótica con consecuencias imprevisibles. Las previsibles afectarán a la pérdida de empleo, a las relaciones físicas de convivencia, y si dejamos volar la imaginación, robots con aspecto humano, con la posibilidad de expresarse en múltiples lenguas, dotados de capacidad intelectual para impartir enseñanza, para acompañar con preguntas perfectamente estudiadas en tratamientos psicológicos, concebidos para resistir horas y horas de trabajo sin descanso. Un mundo dominado por robots con capacidad para reproducirse en fábricas dirigidas por robots. Un mundo dirigido por personas desalmadas que cumplen las órdenes al pie de la letra. ¿Tal vez un robot infectado por un virus maligno es capaz de desatar una guerra mundial para hacer desaparecer la especie humana? ¿Ciencia ficción o futuro posible?.
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