Ha sido necesario un hachazo en nuestro corazón, que no era el destino, sino el de aquellos que tienen en su mano la solución y que solo responden a impulsos del cerebro. La dramática y demoledora imagen, que se me hace imposible reproducir, representa el fracaso de nuestra civilización. El insultante rojo de la camisa de este niño era como un grito de sangre contra nuestras conciencias, justo a la hora en que Europa se disponía a almorzar en paz y relativa felicidad. El niño se llamaba Aylan Kurdi; era como nuestro hijo o como nuestro nieto, que nos llena de alegría y por el que daríamos la vida . Ha sido necesario ponerle nombre, postura y casi naturalidad, a pesar de mostrarse exánime, para que lo sintamos en nuestras entrañas. Ya estábamos acostumbrados a las escalofriantes fotos de barcos hacinados, pateras rebosantes, neumáticas desinfladas, éxodos masivos y el ineluctable conteo de tantos desaparecidos cada día, convertido en cantinela, en pura rutina, en despiadada pasividad. Con Aylan estamos matando el futuro. Este valle de lágrimas no tiene solución si los que deben terminar con esta barbarie están ciegos y solo atienden a su cerebro. Me quema en el alma. No puedo reprimir las lágrimas. Ante mi impotencia, no me sale decirles más que: ¡Resuelvan ya! ¡Hijos de putaaa!
Premio Café Madrid
Hace 6 años
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