UN SELFIE O SELFI
Sé que este artículo puede hacer sonreír a quienes piensen
que me quedé anclado en el pasado, pero ruego que lo descarten, yo mismo soy
víctima de lo que denuncio y bendigo a las nuevas tecnologías, pero me lamento.
No sé si es la incultura, la comodidad o que, urgidos por la
velocidad que nos imprime la actual sociedad, tal vez influenciada por las
nuevas tecnologías, nos invade el nerviosismo cuando nuestro ordenador (PC)
baja de los 20 Mbps.
Estas prisas, trasladadas a la conducta popular, inciden en
el uso de nuestro vocabulario, empobreciéndolo, al reducir no solo el número de
vocablos, sino permitiendo la incursión de otros en el diccionario de la lengua
española, inerme ante la fuerza invasora de un nuevo imperialismo lingüístico
repleto de acrónimos y anglicismos.
Se dice que Cervantes usó 8.000 palabras aproximadamente. Una
persona dedicada a la literatura, que suele leer y escribir, por ejemplo, un
novelista, utiliza unas 3.000. Otra persona culta, y pensemos que lo es quien,
además de una formación, lee periódicos, algunos libros, revistas técnicas,
internet etc. se mueve sobre las 500, pero el común de los españoles, con
estudios básicos, no usa más de 300 palabras para expresarse y, son ellos, los
que motivan mi reflexión, porque éstos, sin embargo, sí son capaces de adoptar
los anglicismos con la misma facilidad con que abandonan, cada vez más, el
conocimiento de nuestro idioma y lo reducen a un peligroso primitivismo.
Exceptuemos de este comentario a las personas del mundo
empresarial que, definitivamente, han desterrado de su vocabulario una amplia
serie de palabras, que ya han sido sustituidas por anglicismos como casting,
feedback, workshop, brownie, coffee-break…, en lugar de pruebas,
realimentación, taller, tarta de chocolate o descanso para un café, más o
menos, pues caben otras traducciones en nuestro rico vocabulario. Marginemos
también a los que se ven obligados a aplicar ese lenguaje técnico, donde las siglas
y los acrónimos, ya disponen de un amplio glosario, con cuyo uso, pueden
escribirse frases, dejando solo los espacios para las conjunciones y adverbios
españoles.
Me preocupa más la juventud preparada y la menos preparada,
que utiliza ya, con naturalidad, numerosos vocablos como propios, por ejemplo:
spot, bol, beicon, kétchup…, en lugar de anuncio, tazón, panceta o salsa de
tomate, pero lo que he descubierto esta mañana, ha sido: “Hacerse un selfie o
un selfi”. La verdad es que no imaginaba que pudiera tratarse de una
autofotografía, solo o acompañado; confieso que, por mi escaso conocimiento del
inglés, pensé que pudiera tratarse de algo pornográfico.
En resumen: si de las 300 palabras que emplea una gran
mayoría de los españoles, hay que deducir los anglicismos, no es de sorprender
que sintamos admiración por el uso que, colombianos, mexicanos, chilenos o
argentinos, hacen de la magnificencia de nuestro idioma.
Entiendo y acepto las nuevas incorporaciones aportadas por
países hispanoamericanos, porque resultan enriquecedPublicadooras, pero me cuesta aceptar
los anglicismos porque, con su simplificación, contribuyen a la prisa que nos
invade y con ello, al empobrecimiento de nuestra lengua.
Publicado por La Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia y el Diario de Cádiz.
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