Desde que cumplí 80 años, lo celebro con una reflexión que dedico a mis amigos y que este año repito.
MIS 82 AÑOS
Al cumplir 82 años, gracias al Cielo, puedo seguir disfrutando con las cabriolas, ebrias de juvenil energía, de mis inmaduras mariposas y su alocado aleteo. Son los últimos nietos de mi saga los que llenan de vida, con sus esplendorosos dos añitos, mis pupilas ya ajadas.
Al cumplir 82 años he renunciado a soñar quimeras, cuando observo, desconfiado, el obstinado goteo de mi clepsidra vital, que, casi sin advertirlo, ha trocado la insolente lentitud de antaño, por la tozudez dilacerante de un rápido y amenazador volteo sin segundas oportunidades.
Al cumplir 82 años he aprendido a degustar las pequeñas cosas intrascendentes que me rodean, siempre a la espera de una oportunidad en el desván de mi conciencia y no cejo en el intento de emular, con escaso éxito, el cadencioso suspiro de las olas y su rutinario rumor cuando mueren en la orilla, porque renacen… y renacen...
Al cumplir 82 años valoro el regalo de cada nuevo amanecer y detesto los caducos atardeceres y las inquietas zozobras de noches inciertas y traidoras.
Un año más que me ha permitido rebasar con creces la estadística…, y me empecino en seguir rompiéndola, aun comprendiendo que se me van agotando las neuronas, y la salud se hace más frágil ante un simple traspiés.
Ochenta y dos años y el don de poder seguir imaginando, de saber distinguir lo bueno de lo sublime, de haber podido descargar de mi mochila intereses inútiles, de haber sorteado las asechanzas y aplastado las ratoneras, de envejecer empeñado en reflexivas ideas de concordia, de poder cumplir con el sueño de hacer volar mis pensamientos en hojas de papel, de saber que son muchos los cientos de almas que me gratifican con su cercanía…
¡Qué suerte tengo!
¡Qué cerca y qué lejos está aquel octubre de 1933!
Mañana, sábado, arrancaré, ilusionado, la hoja del calendario que me regalará el primer día del resto de mi vida, y soñaré, esperanzado, con cada nuevo amanecer camino de los 83...
Al cumplir 82 años he renunciado a soñar quimeras, cuando observo, desconfiado, el obstinado goteo de mi clepsidra vital, que, casi sin advertirlo, ha trocado la insolente lentitud de antaño, por la tozudez dilacerante de un rápido y amenazador volteo sin segundas oportunidades.
Al cumplir 82 años he aprendido a degustar las pequeñas cosas intrascendentes que me rodean, siempre a la espera de una oportunidad en el desván de mi conciencia y no cejo en el intento de emular, con escaso éxito, el cadencioso suspiro de las olas y su rutinario rumor cuando mueren en la orilla, porque renacen… y renacen...
Al cumplir 82 años valoro el regalo de cada nuevo amanecer y detesto los caducos atardeceres y las inquietas zozobras de noches inciertas y traidoras.
Un año más que me ha permitido rebasar con creces la estadística…, y me empecino en seguir rompiéndola, aun comprendiendo que se me van agotando las neuronas, y la salud se hace más frágil ante un simple traspiés.
Ochenta y dos años y el don de poder seguir imaginando, de saber distinguir lo bueno de lo sublime, de haber podido descargar de mi mochila intereses inútiles, de haber sorteado las asechanzas y aplastado las ratoneras, de envejecer empeñado en reflexivas ideas de concordia, de poder cumplir con el sueño de hacer volar mis pensamientos en hojas de papel, de saber que son muchos los cientos de almas que me gratifican con su cercanía…
¡Qué suerte tengo!
¡Qué cerca y qué lejos está aquel octubre de 1933!
Mañana, sábado, arrancaré, ilusionado, la hoja del calendario que me regalará el primer día del resto de mi vida, y soñaré, esperanzado, con cada nuevo amanecer camino de los 83...
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